DEJA QUE TE CUENTE UNA HISTORIA

Érase una vez, hace casi medio año, un pollo que estaba muy triste pues acababa de recibir una llamada de teléfono de su novia, en la que comunicaba que su relación habia terminado.

El pobre pollito no quiso quedarse en casa amargándose, así que decidió salir con A. y unas amigas de su país que habían venido de visita.
Nada más llegar a casa de A. visualice a las amigas: una morena de pelo largo y una rubia de pelo corto.
Cualquiera que me conozca a mi (y mi predilección por las rubias) sabrá de quien me quede prendada.

Laex (la morena) hablaba ingles pero por suerte ShyGirl (la rubia) si que hablaba un poquito de español así era más sencillo comunicarme con ella.

Me pase toda la noche decidiendo si acercarme a ella o no, pero al final pensé que no era un buen momento y A. me dijo que ShyGirl no era una persona de rollos y, al fin y al cabo, solo pasarían un fin de semana en España.
Muchas veces me he arrepentido de no haber intentado nada (sobretodo después de enterarme que yo también le gusté), pues no sabia si volvería a verla alguna vez.

La sorpresa me la lleve el viernes pasado cuando estábamos tomando algo en el aeropuerto esperando nuestro vuelo a Berlín y A. me dijo que ShyGirl vendría a vernos.

El reencuentro fue algo frío a pesar de saludarnos con un abrazo (allí la gente se saluda dándose la mano) supongo por una mezcla de timidez y alcoholismo. Pero hacia el final de la noche ya no pude resistirme más y, por suerte, ella no me rechazó.
A partir de entonces no hubo más que besos, caricias y mucha dulzura entre las dos.

Y quedaría muy bien decir lo de “fueron felices y comieron perdices”, pero la realidad es que ahora tengo más dudas que nunca en mi vida.